Estoy leyendo el libro “Piense y hágase de rico” de Napoleon Hill. Un libro de 1937 pero muy, muy recomendable. Tiene muchas cosas de las que podríamos hablar en este blog, pero hoy he escogido hacer un pequeño resumen de la principales causas del fracaso.
Napoleon Hill enumera hasta 30, algunas más actuales y otras quizás ya no tanto. Yo he querido escoger las que me han resultado más llamativas, a mi modo ver, y te las traigo por si te pueden servir.
Falta de propósito de vida bien definido.
Todo éxito parte de un deseo o propósito, este deseo debe ser intenso, es decir, que nos emocione y nos haga vibrar el conseguirlo. Si apenas nos emociona nunca pondremos en él la energía necesaria para que se convierta en realidad.
Falta de interés por progresar en la vida.
Evidentemente, si nuestra actitud es de apatía con respecto a la posibilidad de progresar y crecer en la vida, directamente no tendremos objetivos o propósitos (con los que volvemos al punto anterior) o, aún teniéndolos, no los llenaremos de emoción, factor clave para que nuestros proyectos lleguen al éxito.
Falta de autodisciplina.
Cuando nos embarcamos en un proyecto y queremos que culmine exitosamente, nuestra capacidad para centrarnos y concentrarnos en él, dedicarle el tiempo que necesite y no andarnos por las ramas, es fundamental para ello. Si no nos disciplinamos en ir dando los pasos necesarios difícilmente llegaremos a nada.
Procrastinación.
Ir dejando cosas para mañana no es sino prolongar el declive de nuestro proyecto. Quizás el procrastinar venga unido a las dos causas anteriores, teniendo cada una de ellas en mayor o menos medida.
Falta de perseverancia, somos buenos en comenzar pero pocos servimos para terminar lo que comenzamos.
La perseverancia, es decir, no decaer, seguir aunque las cosas no vayan saliendo como se esperan, seguir siempre con actitud positiva, es uno de los factores más importantes para alcanzar el éxito en cualquier proyecto que nos embarquemos.
Indecisión: dificultad para tomar decisiones.
Napoleon Hill dice sobre las decisiones que hay que tomarlas rápido y, ser lento en cambiarlas. “Piense y hágase rico” se publicó en 1937, quizás en nuestros días este concepto pueda ya no ser tan válido. El mundo se mueve ahora con una rapidez inimaginable para las personas de principios del siglo XX, no obstante, sí es importante saber tomar decisiones y, en muchos casos, como dice Napoleon, saber tomarlas rápido. En cambio, el mantenerse en ellas de forma terca, como nos invita en el libro, creo que sí que ha quedado algo desfasado. Con la cantidad de información que tenemos a nuestro alcance y la rapidez con la que podemos acceder a ella, pienso, que las decisiones sí que pueden y deben tomarse rápidamente, pero cambiarlas, dadas unas circunstancias que lo propicien, también debería hacerse con rapidez.
Excesiva precaución: ser demasiado precavido es tan perjudicial como serlo muy poco.
Esto es muy claro, si uno es demasiado precavido nunca se arriesgará, aunque el riesgo sea mínimo, por lo que es difícil que comience ningún tipo de proyecto que le lleve a cumplir sus sueños o deseos.
Falta de concentración en los objetivos definidos.
Cuando uno está en un proyecto importante ha de imbuirse del mismo, sumergirse en él, respirar dicho proyecto, tener una concentración superior. En ese estado el subconsciente mandará las soluciones necesarias para los problemas que vayan surgiendo. Si tu mente está en otro lado totalmente distinto a tus objetivos, tu subconsciente trabajará para otras cosas y no te aportará toda la información y soluciones que vas a necesitar para ir llevando a cabo tu proyecto.
Y hasta aquí por hoy. Espero que te puedan servir estas notas y te animo a que te hagas con el libro «Piense y hágase rico» porque contiene muchas cosas muy enriquecedoras.
Un abrazo
Imagen de cabecera de Elmer L. Geissler en Pixabay
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